Leyendo un artículo escrito por Xabier Pikaza en el último número de la revista Muy Historia, dedicado a la Biblia en su totalidad, vi que el arquólogo y profesor de la Universidad Complutense colocaba el nacimiento de Jesús en Nazaret. Por desgracia, esta opinión ha estado bastante extendida en los últimos años de exégesis bíblica.
¿Nació verdaderamente Jesús en Belén, o por el contrario, estos autores que defienden Nazaret como ciudad natal de Cristo llevan razón? Dichos exegetas basan la teoría de Nazaret como lugar de nacimiento de Jesús en que en los Evangelios siempre se aduce a Él como procedente de aquella localidad galilea. Es curioso ver cómo leen de los Evangelios lo que únicamente les interesa; porque ya puestos a tomarse tan en serio las Sagradas Escrituras, ¿por qué no hacer caso a las dos únicas referencias precisas de su nacimiento -tanto en la Biblia como en cualquier otro documento de la época-, sitas en los relatos de la infancia de Mateo y Lucas, y que colocan sin dudar el parto de María en Balén? La respuesta de dichos investigadores es sorprendente: Mateo y Lucas situán el nacimiento de Cristo en Belén para no desmentir la profecía judía de que el Mesías nacería en la pequeña ciudad de Judá: Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti ha de salir aquel que ha de dominar en Israel (...) -Mi 5, 1-3-. El asunto es impresionante. Como se dice en los Evangelios que Jesús era de Nazaret, da igual que los únicos testimonios implícitos que hablan del lugar de nacimiento de Cristo señalen a Belén. Esto sería una construcción de los autores neotestamentarios para hacer válida la profecía; ni siquiera se plantean la posibilidad más factible y que la Iglesia siempre ha considerado como real: que Jesús nació en Belén, pero creció en Nazaret. En resumen: da igual lo que digan las fuentes; sólo tenemos dos, pero éstas mienten. La verdad es que este proceder no habla muy bien de los métodos de investigación histórica de los susodichos exegetas bíblicos.
Estos autores basan también su teoría en que el gran historiador judío, Flavio Josefo, situó el famoso censo decretado por el Emperador Augusto en el año 6 d. C., en tiempos del gobernador Cirino, quien según los mismos autores, sólo actuó politicamente en la zona siro-palestina en aquél entonces. Pero a estos datos hay mucho que objetar. Benedicto XVI trata el tema de forma brillante en su recientemente publicado La infancia de Jesús, y nos señala que dicha afirmación no es segura, ya que hay indicios de que Cirino ya había ejercido en Siria en el 9 a. C. Si tenemos en cuenta que Jesús nació probablemente en los años 7-6 a.C. (o a lo más tardar el 4 a.C., ya que sabemos que ese año estaba muerto Herodes el Grande, y conocemos que estaba vivo cuando María dio a luz), debido al error cometido por Dionisio el Exiguo, monje del siglo VI que se encargó de fijar la fecha del nacimiento de Dios, vemos que las dataciones encajan perfectamente.
También se apoyan los exegetas ya mencionados en la teoría de que tal censo no necesitaría que cada cabeza de familia tuviera que viajar a la localidad de su estirpe. Pero de nuevo Ratzinger matiza inteligentemente esta cuestión, señalando que sabemos por otras fuentes que cada cual tenía que acudir al lugar en el que poseyera tierras. Siendo los antepasados de José originarios de Belén de Judea, sería lógico que mantuviera allí alguna posesión. Otros investigadores, entre ellos Alois Stöger, indican, con bastantes visos de ser realidad, que un censo de tales características -evidentemente con fines recaudatorios- necesitaría varios años para realizarse completamente; más concretamente, se llevaría a cabo en dos etapas: una primera consistiría en registrar todas las tierras y bienen inmuebles, y la segunda, en calcular el montante exacto de la tasa a pagar. La primera fase podría corresponder al nacimiento de Jesús en Belén, al tener que ir José allí para registrar sus propiedades, y la segunda, cuadraría completamente con la fecha que da Flavio Josefo para el censo de Augusto, año 6 d.C.
Por otro lado, el Santo Padre, con el análisis bíblico tan perspicaz que le caracteriza, señala otro interesantísimo punto: los relatos de la Infancia de Lucas y Mateo muestran tradiciones diferentes. Mateo narra que José pensó en un primer momento volver a Judea tras el exilio de Egipto, y que sólo la noticia de que allí reinaba un hijo de Herodes, Arquelao, le hizo desistir y decidir ir a Galilea; de aquí se desprende claramente que Mateo desconocía que el matrimonio de José y María provenía de Nazaret (Mt 2, 19-23), A su vez, Lucas expone cómo José pensó tras todos los hechos concernientes al nacimiento de Jesús que debían regresar a Nazaret (Lc 2, 39). El que los dos Evangelios de la Infancia hablen de Belén como tierra natal del Mesías, presentando como fuentes tradiciones distintas, da bastante verosimilitud a la teoría tradicional.
Hay un pasaje controvertido en el Evangelio de San Juan que resulta obligado comentar aquí. Leemos en en el capítulo 7, del versículo 40 al 44:
Muchos entre la gente, que le habían oído estas palabras, decían: "Este es verdaderamente el profeta". Otros decían: "Este es el Cristo". Pero otros replicaban: "¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?" Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano.
Algunos exegetas han usado este texto como prueba de que Jesús era oriundo de Nazaret. Pero esta interpretación del pasaje deja de lado una de las principales características del Evangelio de San Juan, que es la del malentendido y la ironía, usados por el autor de la obra para insistir en lo contrario de lo en primera instancia se dice. Por ejemplo: en el capítulo 4, versículos del 9 al 14, leemos lo siguiente en el marco de la conversación entre Cristo y la samaritana:
"¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?" (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le respondió:
"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: 'Dame de beber', tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva".
Le dice la mujer: "Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?"
Jesús le respondió:
"Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para la vida eterna"
La samaritana le pregunta al Señor si Él es más que el patriarca Jacob; evidentemente, todos los lectores del Evangelio joánico saben que Cristo es Dios, y por tanto mayor que todos los patriarcas y profetas. Con esta pregunta de la mujer de Samaria, San Juan quiere incidir en el carácter único, divino, de Jesús. Por tanto, todo indica que éste debe ser el modo en que debemos interpretar el pasaje acerca del origen de Jesús: mediante la ironía, el discípulo amado, Juan, quiere resaltar algo que todos sus lectores sabían: que Jesús había nacido en Belén, tal y como le correspondía al Mesías que Dios había prometido.
En último término, hay que recordar otro dato que afianza la teoría de Belén como ciudad que vio nacer al Salvador, y que nos recuerda José Manuel Burgueño. En un fecha tan temprana como el siglo IV se construyó en Belén la Basílica de la Natividad donde se creía que había nacido Jesús, lo que demuestra que la tradición estaba ya asentada desde muy antiguo.
Vamos a ser claros: yo no dudo que muchos de los teólogos e historiadores que defienden a Nazaret como lugar de nacimiento de Jesús lo hagan de forma honesta -a pesar de que como ya hemos visto, su posición es difícil de sostener con los datos en la mano-; pero tampoco me cabe la menor duda de que detrás de estos trabajos hay un intento por hacernos ver a los cristianos -y más concretamente a los católicos- que nuestra fe está basada fundamentalmente en mitos y leyendas. A esto debemos contestar siempre con la misma respuesta: sí, los Evangelios transmiten una verdad de fe, teológica; pero una verdad de fe que radica en que Cristo, el Logos, la Palabra Eterna y Creadora, ha entrado en nuestra Historia encarnándose en la Virgen María. Su nacimiento es un hecho histórico, real como cualquier otro. Por ello, no hay que dudar de lo que dicen tanto Mateo como Lucas; la defensa de la verdad teológica nunca hubiera permitido a la conciencia de los evangelistas mentir sobre un acontecimiento histórico.
¡Cristo, que nació hace más de 2000 años en Belén de Judea, nazca cada día en nuestros corazones!
Fuentes: